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1° DE MAYO, DÍA DE LA TRABAJADORA

  • Ramón Rocha Monroy (Ojo de Vidrio)
  • 1 may 2018
  • 1 Min. de lectura

Las manifestaciones, huelgas y fábricas de Chicago estaban llenas de mujeres en 1886, cuando hubo una huelga general que consiguió arrancar la jornada de 8 horas, porque el capitalismo fue construido sin seguridad laboral ni médica ni jurídica y con 16 horas de trabajo. Las mujeres ganaban la mitad del salario de los hombres y los niños un cuarto de salario. Pero no debemos ignorar a las amas de casa y las trabajadoras del hogar, que aquí les llamábamos sirvientas, porque las primeras paren y crían hijos mientras los maridos se llevan la fama.

Cuando a un marido trabajador lo detienen, ellas tienen que asegurar la continuidad alimenticia de la casa, de los niños que deben asistir a la escuela y del marido detenido, que debe comer y abrigarse.

Pero los varones somos uno y el universo: no importa quiénes sean nuestras cónyuges.

Por eso las galerías de notables están llenas de varones, no de mujeres, y a quienes se destacan entre ellas les decimos "marimachas".

Pero las mujeres no piensan en "yo" sino en "nosotros". Esa es la diferencia.

Mientras que las trabajadoras del hogar tienen jornadas de 16 horas todavía. Un "patrón" puede llegar borracho a la casa y despertar a la empleada para que le sirva cualquier koñichi.

Ellas son la voz del pueblo que madruga y nunca están ociosas, siempre están trabajando.

A ellas, a las valerosas mujeres, todo mi cariño en este 1° de mayo.


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