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Con Díaz Canel la revolución cubana continúa

Para quienes consideran que, con el alejamiento de la presidencia del último de los líderes históricos de la revolución cubana, como es Raúl Castro y la partida de Fidel el “fin” de la revolución cubana estaba cada vez más cerca, se equivocan porque en lo alto de la dignidad que erigió el pueblo cubano y su revolución, se escribe otro grande para este siglo: Miguel Díaz Canel.

Díaz Canel viene tras su trayectoria política siendo primer vicepresidente desde 2013, este ingeniero electrónico, que desde joven tomó como transporte la bicicleta para cumplir sus tareas y, como amante de Los Beatles, escaló discretamente en la línea de mando, respetando los caminos establecidos dentro del PCC.

Muchos cubanos, por este lado, nos indican que Díaz Canel es muy querido por el pueblo en las provincias donde encabezó la organización partidista, hombre afable, llano y sencillo, de evidente avidez intelectual, quien como dicen no estará solo, será apoyado por el primer vicepresidente, Salvador Valdés Mesa, ingeniero, líder obrero y partidista, también con experiencia de gobierno.

Además tendrá el apoyo de otros cinco vicepresidentes: Ramiro Valdés Menéndez, asaltante del Moncada, veterano del Granma y de la columna del Che y experimentado hombre de Estado; el médico y ministro de salud pública Roberto Tomás Morales Ojeda; Gladys María Bejarano Ojeda, la prestigiosa Contralora General de la República; Inés María Chapman, ingeniera y presidenta del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos; y Beatriz Johnson, la más joven del grupo y presidenta de la Asamblea Provincial del Poder Popular en Santiago de Cuba.

Con voz erguida remarcó ese principio para los que creen que es una simple transición: "A los que, por ignorancia o mala fe, dudan del compromiso de las generaciones que hoy asumimos nuevas responsabilidades en el estado cubano, tenemos el deber de decirles con claridad, que la revolución sigue y seguirá viva".

Se trata entonces, no sólo de una sucesión de quien es el flamante presidente de Consejo de Estado de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, sino que será cuestión de tiempo, para que quien nació días después del triunfo de la revolución cubana, quien le pueda dar no sólo el valor a la gesta más ejemplar de entereza y dignidad que ha conocido la humanidad, sino que como una lógica consecuencia podría ser el caballo de Troya para un reformismo contrarrevolucionario.

Hoy ante el retiro de Raúl y la elección de Díaz Canel, quien forma parte de otra generación, la revolución cubana podría ser susceptible de subvertir su esencia revolucionaria. Sin embargo, se equivocan quienes entienden que el simple dato etario es suficiente para que se produzca el colapso de la revolución, cuando quien mañana cumplirá 58 años, se ha formado políticamente dentro las dificultades y limitaciones de la revolución y nunca lo quebraron.

La elección de Miguel Díaz Canel supera entonces esa mirada equívoca en sentido de una simple sucesión presidencial, más bien, se convierte en la renovación revolucionaria de lo que ha sido, es y seguirá siendo un ejemplo para la humanidad, como es la revolución cubana.

Contarán con la enorme ventaja de disponer de la conducción política y los consejos de Raúl Castro en su responsabilidad de Primer Secretario del Partido y líder de la Revolución. Ellos aseguran la continuidad de esa revolución: la de Céspedes, Martí, Mella, Guiteras, Fidel y Raúl. La continuidad del objetivo de la construcción socialista en Cuba.

Es por ello que continúa la revolución a nuevos y grandes desafíos, pues la actualización del modelo económico ha avanzado sostenidamente pero no se ha consolidado, exige marchar lo antes posible hacia la unificación monetaria, la elevación de la productividad y una creciente autosuficiencia y soberanía alimentarias.

También es evidente la necesidad, aun en estas adversas condiciones, de llevar a cabo una reforma constitucional a tono con los grandes cambios que ha habido en la sociedad cubana e, igualmente, el perfeccionamiento de los mecanismos y métodos que deben llevar a niveles superiores de participación y perfeccionamiento la singular y autóctona democracia de la isla.

El camino de esta continuidad desde Fidel, pasando por Raúl, viene reforzado por la labor muy bien reconocida por el canciller Bruno Rodríguez Parrilla, quien hizo patente la diplomacia antimperialista y soberana de la isla, al apoyar categóricamente a Venezuela y a su presidente Nicolás Maduro y dejar atrás al discurso arrogante y monroísta del vicepresidente Pence, de Estados Unidos. No espere –le dijo- que Cuba ceda un milímetro de sus principios, ni ceje en su empeño de construir el socialismo.


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