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Bolivia: Corazón herido de América Latina

La mediterraneidad boliviana afecta a toda la región latinoamericana. Ya son 135 años desde que Bolivia ‘cedió’ el derecho de comercializar directamente con el mundo.

Ante la negativa de una secuencia de líderes chilenos, al presidente boliviano Evo Morales no le quedó más remedio que buscar las instancias internacionales para resolver el problema marítimo de su país (1).

Antes de la Guerra del Pacífico (1879-1883), Bolivia tuvo soberanía sobre las costas marítimas y era dueña de Antofagasta, Mejillones, Tocopilla, entre algunas ciudades portuarias que hoy pertenecen a Chile como resultado de un tratado de paz mezquino e impositivo.

‘…Chile ha ocupado el Litoral [provincia de Bolivia] y se ha apoderado de él con el mismo título con que Alemania anexó el imperio de Alsacia y la Lorena, con el mismo título con que los Estados Unidos de la América del Norte, han tomado Puerto Rico…’, sostuvo Abraham Koning, portavoz del gobierno chileno, antes de la firma del Tratado de Paz y la Amistad de 1904 entre los gobiernos de Bolivia y Chile (2).

Previamente el presidente chileno Domingo Santa María escribió una carta a su comando militar, demandando explícitamente no ceder ningún tipo de beneficios a Bolivia en el momento de conciliar diferencias.

‘Tenemos la puerta abierta para imponer nuestra voluntad en La Paz a fin de obligar a Bolivia que tome el camino de la razón y de la derrota, con garantías y ventajas completas a nuestro favor’ (3), señaló.

Para los bolivianos, la recuperación total del territorio perdido (120,000 km2) es ilusoria; así como también es insensata la propuesta de resignar sus aspiraciones legítimas sobre las costas del Océano Pacífico, misma que es promovida desde las esferas más conservadores del gobierno chileno.

El desarrollo económico de Chile –desde la invasión de Antofagasta en 1879 hasta hoy– está intrínsecamente relacionado con las riquezas adquiridas del subsuelo y las plataformas usurpadas de Bolivia.

El salitre y el guano, fertilizantes naturales y detonantes de la Guerra del Pacífico, lograron integrar a la economía chilena con los mercados europeos y estadounidenses. La región de Caracoles, ubicada entre Mejillones y San Pedro de Atacama, fue uno de los grandes yacimientos de plata de la región latinoamericana en su tiempo. Los depósitos de cobre descubiertos en Chuquicamata, anteriormente territorio boliviano, han sido el pulmón de la economía chilena desde su explotación a inicios del Siglo XX (4).

Por el contrario, el enclaustramiento de Bolivia no simplemente retardó a su economía sino también produjo periodos de inestabilidad social y política. Las consecuencias a mediano y largo plazo fueron el subdesarrollo y la pobreza de los bolivianos.

Una vez concluida la Guerra del Pacífico, diversos gobiernos chilenos trataron de resolver la mediterraneidad boliviana a través de la negociación. Al final, todos se desplomaron debió a la irracionalidad de las propuestas. En 1895, el gobierno chileno ofreció la transferencia de Tacna y Arica, territorios que anteriormente pertenecían a Perú. En 1950, optaron por una zona soberana boliviana al norte de Arica sin compensación territorial. En 1975, decidieron por un intercambio territorial a cambio de una franja al norte de Arica (5).

Javier Murillo de la Rocha, ex subsecretario del Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, resume elocuentemente la inoperancia de los gobiernos chilenos: ‘Chile ha ido disminuyendo progresivamente su voluntad de alcanzar un arreglo hasta llegar a la negativa total’ (6). En este sentido, no es de extrañar la actitud de Sebastián Piñera, quién durante su mandato presidencial, no quiso saber nada de las aspiraciones bolivianas de una salida al mar (7).

El regreso de Michelle Bachelet a la presidencia de Chile le da una pizca de esperanza a la resolución del conflicto a través del compromiso político. Sin embargo, en un mundo globalizado, donde las leyes internacionales poco a poco se convierten en el vector principal de resolución de conflictos, el pueblo boliviano confía en la objetividad y racionalidad de la Corte Internacional de Justicia para reparar más de un siglo de injusticia.

América del Sur siempre estará herida mientras su corazón (Bolivia) palpite debilitada por la falta de brisa marítima del Océano Pacífico. Bolivia necesita de una salida soberana al mar. Sus hijos e hijas la reclaman.

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