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Ha muerto un patriota amazónico, don Enrique Suarez Dicker

  • Juan Ramón Quintana Taborga
  • 9 abr 2017
  • 3 Min. de lectura

La Amazonía está de duelo como lo está la patria entera. A pocos meses de cumplir los 100 años, acaba de fallecer el último héroe amazónico y casi anónimo de la gesta infernal del chaco (1932-1935). don Enrique Suárez D. nació en Riberalta, Beni el siglo pasado. como él, cientos de ciudadanos que nacieron y vivieron en estos territorios feroces, ajenos al estrépito y la vanidad de las grandes ciudades, pero al mismo tiempo territorios extraordinariamente bellos, murieron en silencio después de haber entregado su vida a la patria. Nada más noble y sublime que tomar las armas para impedir que nuestro territorio sea mutilado o nuestros recursos naturales sean saqueados por intereses extranjeros.

Don Enrique representa el último baluarte amazónico de una generación que tuvo que recorrer miles de kilómetros, de la Amazonía al Chaco, para involucrarse en una de las guerras más estúpidas de américa latina, propiciadas por el capital financiero imperial y la criminal voracidad de dos empresas petroleras – Shell Oil Co y Estándar Oil Co. - que no dudaron un segundo en impulsar el genocidio de casi 100.000 vidas bolivianas y paraguayas en las candentes arenas del Chaco. paradójicamente, la tragedia del Chaco que tiene su origen y su remate demencial en el monopolio criminal de la geopolítica energética del imperio es la misma tragedia que hoy vive Siria y que ayer vivió Irak o Afganistán y que seguramente se pretende que se viva en Venezuela.

Don Enrique representa también a esos miles de hombres que dieron su vida para defender el Acre desde su propio terruño y a esos otros hombres de occidente que tuvieron que atravesar la majestuosidad salvaje de la cordillera de los andes para defender la Amazonía en las orillas del Manuripi, del Manupare, del Orthon, del Acre o en Bahía.

Estos hombres a quienes representa don Enrique no sólo son los gigantes silenciosos de una generación de patriotas, sino que también lo son de una vida humilde como la de millones de seres humanos condenados a la pobreza, al olvido y de alguna manera al oprobio.

Hombres como don Enrique no necesitaron ser los héroes del tiempo heroico echándose en brazos de la muerte ni necesitaron explicar la intensidad de su amor a la patria con discursos acrisolados. con su vida sencilla basta y sobra. son el ejemplo de vida más simple pero más profundo de la condición humana.

hay hombres que la patria no los necesita sólo para la nostalgia cívica. los necesitamos para inspirar nuestros actos en procura de construir una patria justa para todos. necesitamos esos hombres como don Enrique que nos genera hambre de justicia e indignación contra el abuso y la opresión. Necesitamos estos hombres dedicados a dignificar a otros hombres que perdieron en su bastarda soledad y arrogancia la dignidad que les hace falta. Necesitamos a don Enrique ahora más que nunca para que nos inspire en el camino de la lucha contra los impostores, los mediocres y los corruptos que nunca faltan en la hora propicia del oportunismo.

El mínimo homenaje que en la Amazonía podemos hacerle a don Enrique es luchar contra ese ejército de parásitos que pretenden vivir del trabajo ajeno, pelear contra aquellos que usan el chantaje, la presión o la maniobra artera como herramienta política en nombre de los más pobres y no dejarnos doblegar por aquellos fariseos que maquillan las palabras para esconder sus miserias.

La Amazonía tiene hombre y mujeres pletóricos, honestos, trabajadores que los necesitamos incorporar en el legado de don Enrique. Los Amazónicos somos más que esa herencia tozuda que nos dejó la élite racista y regionalista que usaba la autonomía y el poder para su beneficio propio. los amazónicos formamos parte de ese legado simple pero firme de don Enrique. nuestro espejo es él y nuestro espíritu se alinea a su ejemplo.

la Amazonía hoy más que nunca necesita del ejemplo de don Enrique. el homenaje más sencillo como fue su vida es ponernos a trabajar todos pensando en la construcción de una Amazonía soberana y digna, en un desarrollo que coloque a los pobres a la vanguardia y en el desmantelamiento de la impostura como cultura política.

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